lunes, 15 de julio de 2013

DESAGÜES DE RABIA



Hace unas semanas, bici en ristre, una familia de las afueras, con motivo del cumple de la prima mas pequeña, disfrutaba de los placeres matutinos de un buen paseo con sus primos por Madrid Río. 
¡Que mejor regalo para el cumple de un niño! ¿Verdad? 

Y a pesar de los pequeños problemas del tráfico, el parking imposible, los problemas de intendencia con las bicis, los pequeños accidentes múltiples de los niños, los múltiples enfados, y todo lo que de por sí arrastran los días cotidianos con pequeños infantes, fue para el que quiera verlo, un reflejo más de lo emocionante que resulta la vida en sus pequeños momentos de atención plena. 

Cuentan de aquel día, que al mayor de los primos, tras un golpe de órdago en la espinilla en su excitación por encontrar un tobogán, se le fueron sumando pequeñas catastróficas desdichas en cascada, y con ello, importantes problemas de sociabilidad con el grupo que crecían y crecían. Más enfado, más rabia, y ¡Hasta ira! cayendo por sus mejillas en desconsolados ríos de lágrimas. 

Por suerte, aquel día, había allí una madre de guardia con su chistera de mago, para salir de este embrollo con una refrescante sonrisa de oreja a oreja. 

¿Y cómo? diréis

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Texto y foto: Almudena Varona M
- Mami, dijo entre sollozos el niño, 
 ¿Como me quito la rabia que siento? Es imposible quitármela, me siento muy mal, todo lo hago mal y todo el mundo está en contra mía. 

- ¡Vaya! ¿De verdad quieres dejar de sentirte así y quitarte esa rabia de encima? preguntó ahora la madre.

-Si quiero mami, me duele el corazón, decía lastimeramente con voz en hipo.

Y entonces, aquella se acercó al grupo y les dijo que se adelantaran, pues debían ambos resolver algo importante. 

(Quizás también, para que no vieran que lo que iba a hacer era tan poco ortodoxo e indebido, como significativamente eficaz.) 

Le cogió de la mano, y mientras caminaban, la madre le decía, que a veces, se sentía también así. Que a veces, también le dolía el corazón y el alma de rabia, y que a veces, le oprimía el estomago o el pecho de puro dolor, pero que con el tiempo, aprendió a buscar su propia manera de sacarse esa rabia, sin hacerse daño, y sin hacer daño a los demás.

-¿Y como me quito yo la mía?, decía desesperado. 

Yo hago lo siguiente, le decía mientras le desataba las zapatillas y le quitaba los calcetines muy despacio.

Yo cuando me siento así, continuaba mientras ella misma se descalzaba,
          ... a mi me funciona,...

... meterme en la bañera, decía con solemnidad.

 Y ante la cara de asombro y estupefacion del niño, le invitaba amablemente, a meterse en una pequeña fuente pública con un enorme chorro a presion en el centro.

 Y mientras caminaban en círculos por aquel refrescante agua de mayo, le explicaba que a ella la rabia se le iba con el agua y una maravillosa ducha de agua caliente que hiciera resbalar la rabia por el desagüe.
Pero en los casos más drásticos, como bien pudiera ser ese, giraba el mando del grifo al color azul... 

... y mientras le mojaba y salpicaba...  le decía que el agua helada era infalible para la rabia.   

 Y entonces... 

Aquel día cobró sentido para los dos, viendo brotar una  maravillosa sonrisa en sus caras, mientras el dispensado daba rienda suelta a su temporal concesion, para ducharse en el mismo centro de la fuente, mientras la risa y el desagüe se llevaban en segundos toda la rabia.

 Cuentan, que cuando salieron los dos de allí bien limpitos de rabias, pero empapados y tiritando, le decía el niño a su madre: 

- ¿Y ahora que les vamos a decir cuando nos vean llegar así? 

- Pues muy fácil... le decía mientras cogían las bicis de nuevo y caminaban de vuelta a casa de las primas.

 ... Ahora, cuando nos pregunte alguien, por qué estamos así de mojados,
 les diremos, que llevamos tanta agua encima...

... como rabia hemos dejado en la fuente. 

Almudena Varona M


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