miércoles, 4 de septiembre de 2013

POR LA SALUD DE MIS HUESOS









POR LA SALUD DE MIS HUESOS


Hace a penas unos días,  casi a modo de reto, un buen amigo quiso que le escribiera un cuento, aunque no tanto quizás un cuento de niños, sino uno de esos que te abren los ojos y el alma.

Este amigo del que os hablo, tenía la desdicha y la pena, 
quizás por él buscada, de haber empezado a fumar a esa tierna edad donde uno aún no ha aprendido a quererse. 
Unos a los catorce,  otros  a los dieciocho,
 y este del que os hablo a los treinta. 
Aunque también los hay a los 48, 60 o 90 incluso. 

Aunque hacer a esta edad eso de quererse...
¡SI QUE TIENE MÉRITO!,
porque posiblemente la cebolla que le cubre, ya no tiene ninguna capa que le adorne y lo único con lo que su esqueleto tiene que lidiar, es con amar que no es poco, sus propias lágrimas, sus propias desdichas
 y sus propios huesos.

En fin, que como los avatares y circunstancias de toda una vida son como son, a la edad de cuarenta y ocho,
(año a año y cigarro a cigarro), 
había conseguido en su inconsciencia alcanzar “no quererse” la friolera de 20 cigarros al día. 
(Con un “me quiero más” abajo, o un “no me quiero tanto” arriba.)

 Pero ocurrió para su suerte que encontró un amigo en su camino con una habilidad asombrosa.
Transcribir los sonidos del alma en papel,
 para que cuando él mismo quisiera,
 pudiera escribir el antes y el después de su historia.

Ésa que quizás rezara:

FOTO: ALMUDENA VARONA
“Hoy, en este último cigarro, o cualquier otro hábito miserable que atente contra mi persona y mi cabeza,  rompo con esa parte mísera de mí que no me deja ser libre y que esclaviza mi voluntad y mi mente.
 Ésa que con su humo envenenado de funesto placer me ciega los ojos para ver lo poco que hago ya por mí. Lo poco que  a mis ojos valgo, 
y lo poco que realmente en esta mitad de mi vida 
me quiero”
---

Y si es así, 
¡Cuánto menos puedo esperar de nadie, 
o concederle a alguien, si ni siquiera esto de quererme puedo hacerlo por mí!

¿Qué puedo esperar o exigir de alguien,
 al que de verdad ame o aprecie, 
(LLAMESE PAREJA, HIJO O AMIGO) 
cuando le vea atentar impunemente contra sí mismo, porque la vida, o yo, 
no le haya enseñado aún a quererse?

¿En qué podría yo ayudarle si mi ejemplo le vende discursos vacíos sobre el valor y la estima hacia uno mismo?.

¿Qué credibilidad tiene para el otro, que le digan que le quieren, si uno no ha aprendido aún en sus carnes a quererse?

O...

¿QUÉ SENTIDO TIENE VENDERLE A UNO LA TEXTURA ALGODONOSA Y SUAVE DE LAS NUBES, SI UNO DETESTA TANTO LAS ALTURAS, COMO ODIO LE TIENE A LA LLUVIA?

“No hay mayor desprecio, dice mi madre, que no hacer aprecio”
 Y es cierto.
 No hay peor manera de quererse, 
que dejarse a conciencia poco a poco morir. 
Matarse dulcemente con cualquier hábito maligno del que bien sabemos, no nos hace ningún bien. 


¡UN CIGARRO, UNA COPA, UN TROZO DE COLESTEROL HABITUAL, UNA RELACIÓN DAÑINA. UN “DA LO MISMO” COTIDIANO, O UN “LO DEJARÉ ESTAR” UNA VEZ MÁS, 
PARA QUE ME SIGA POR DENTRO ROYENDO CON DULZURA LOS HUESOS!

Y  entonces, a éste, a mí misma y a otros que lo quieran oír, les diría:


¡Qué maravilla levantarse un día,
 y dejar que las cosas cotidianas 
que antes le arrastraban a uno, 
empiecen a hablar por sí mismas!

Y nos susurren al oído, arrancándonos 

UNA SONRISA,
 (esa que otros ya no pueden),

 lo que 

"HE EMPEZADO A IMPORTARME HOY".

 lo que   

"HE EMPEZADO A APRECIARME AHORA"

  o lo que
"HE EMPEZADO A ESTIMAR POR FIN, ESOS PEQUEÑOS ACTOS DE BONDAD HACIA MÍ MISMO, QUE ENGRANDECEN A MEDIO Y LARGO PLAZO ESE MARAVILLOSO ACTO DE QUERERME"

O lo que yo he venido a llamar:


 "TRABAJAR POR MI AUTOESTIMA Y POR LA SALUD DE MIS HUESOS"

De cualquier forma a todos digo, que con colesterol o sin él, en el rincón de una casa, para lección del que quiera , 
hay un cadáver en los huesos que dice:


ME ENCANTA CUANDO SONRÍES, PORQUE YO YA NO PUEDO" 

A mi amigo Isaac


Almudena Varona M

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