CHARCOS DE ABRIL
¿Quien dijo que un charco en el camino es un obstáculo?
Hace unos días, tras un largo invierno regado en mares de lluvia y viento, amaneció un abril soleado, rompiendo los esquemas de cualquier abril de libro entre aguas.
Y aprovechando este hecho inaudito, y poco frecuente,
decidimos, con bici en mano,
disfrutar de una tarde juntos salvando charcos.
¿Quien dijo que un charco en tu camino es un obstáculo?
Un charco, es parar tu inercia para refrescar tus pies.
Es un puente a la improvisación.
Una invitación del camino, para sentir tus huellas,
y liberar los pesos muertos que arrastrabas al hombro.
Un charco, es una onda en una linea,
un zigzag, un recodo en el tiempo que te permite parar, tomar aire
y respirar el aroma de lo incierto.
Un charco, es una balsa,
un remanso, un retiro al presente para poder enfocar otros charcos.
Es quizás el desafío a una mente, en peligro de encapsulación.
Una posibilidad infinita de encontrar una nueva versión de ti.
Esa, que desvele tus capacidades. Esas que no existirían sin charcos.
Un charco, tiene el rico sabor a lo prohibido,
y rompe esquemas, corsés, trayectorias y trazos ya definidos,
que ahogan lo espontáneo y lo natural.
Tu cuerpo pide a gritos charcos, remansos, ondas, pliegues, recodos, desafíos que hagan crecerte en la otra orilla y que hagan quiebros a las lineas rectas de tu mente.
Pero tu, le das aprensión a tu cuerpo, represión y reparo en cada piedra, y cada gota, hasta afectarse y enfermarse.
Mira bien:
¡Cuantos charcos necesitabas hoy para aprender!
¡Cuantos has secado hoy con tu aflicción y tu angustia!
y
¡De cuantos has renegado!.
"Pide, si aún no está del todo rendido tu cuerpo o vendida tu alma,
que llueva mañana, y te permita una vez mas,
por vez primera, probar el agua del suelo que pisas".
Quizás todo, para llegar a entender, el sentido del agua, el sentido de un charco y el sentido del grato frescor en tus pies.
Dedicado a todos aquellos que no reculan en las dificultadas,
que no se asustan con el lodo,
aquellos que se crecen en los desafíos del barro y aceptan con deportividad sus retos,
aquellos que testan cada día sus capacidades para encontrar
nuevas versiones de sí que mostrar a los otros...
... Y Dedicado en especial a aquel que vive conmigo,
que me enseña cada día con sus pies como nadie lo ha hecho,
cómo pisar yo mis charcos.
Gracias Alberto