lunes, 1 de agosto de 2016

LAS INTOLERANCIAS DEL HÍGADO
























Este cuento de hoy, empieza con una dolencia de hígado y 
una baja tolerancia a la frustración, pues hace no mucho, contaba a niños y no tan niños, la historia de un pingüino con el hígado irritado de furia por algún miedo inconfesable:

"EL PINGÜINO FÉLIX" 
(dentro del "Plan de convivencia, integración y sensibilización por las aulas", desde el teatro), 

Un cuento que extrae como oro, que una mala gestión de las rabias y los miedos en un pingüino, un búho, una tortuga  o cualquier “otro  pájaro”,  suele derivar en una serie de catastróficas reacciones en cadena contra uno mismo, contra los demás y contra el mundo, difíciles de frenar.

Quizás, cuando no se aprende desde pequeño a tolerar y a aceptar los “nos”, los errores y la frustración de forma constructiva y eficaz, y cada pequeña cosa cotidiana, se convierte en 
una insaciable  competición  de sed depredadora, 

...es fácil pensar que se generen a largo plazo y con el tiempo...


grandes fracasos en las relaciones interpersonales,  
grandes profesionales de la manipulación encubierta,  
extraordinarios dictadores clandestinos,  
o EXCELENTEs psicópatas de la comunicación y la metacomunicación. 

Posiblemente personas que terminan siendo en muchos casos, verdaderos “encantadores” sociales, con profunda necesidad de encubrir su gran carencia y discapacidad emocional.

Grandiosos inadaptados emocionales, en trajes de impoluta coherencia social y solemne verdad, que no se permiten tela de juicio, sobre la soberana desventaja e incompetencia que les supone...

una sed continua de éxito, control, dominancia y falsa supremacía sobre los demás.


Si bien, igual que la tolerancia de su hígado para soportar sus errores y la rabia de su frustración, es absolutamente cero, la capacidad de su inteligencia interpersonal para meterse en la piel de los demás, es completamente nula también.

Así que tanto para este, como para el discurso del reo antes de ser acusado, será defender hasta la muerte aquello de:

 ¡Yo soy inocente!. 
¡Él murió con la punta del cuchillo de otro con los mismos dactilares!

Antes morir, que dejar que su conciencia les diga aquello de:

“Asume que las cosas no son como tú quieres, como deseas, 
o como  siempre ambicionas”. 
(Ego insaciable)

“Asume que los demás también tienen derecho a vivir. 
A pensar, a hacer, o a dirigir como quieran sus vidas”.
 (Ego receloso)

“Asume que la vida no es ir vapuleando a otros, 
para satisfacer una sed depredadora cuadrúpeda ”. 
(Ego depredador)

“Acepta que eres humano, y que tu humildad es lo que te hace grande, no la soberbia, el despotismo o la dominación sobre los demás”. 
(Ego manipulador)

“Asume que nadie es culpable de tu gran desventaja evolutiva. 
Tu ego”. 
(Ego castigador)

Lo que es curioso en esta especie de humanos, a los que he osado en llamar “frustraintolerantes”, es que cualquier miga se les hace espina y cualquier simple enseñanza de la vida, son grandes conspiraciones injustas del universo contra su ego y persona para hacerles tambalear. 

Pues si tuvieran bien los pies en su suelo, y la autoestima en su sitio, ni un copo, ni un alud, les haría reaccionar por dentro como el ácido.

Quizás, porque saber no saben de esa gran desventaja de ser tan absurdamente reactivos a una gota de lluvia...

... o de esa tremenda falta de humildad para querer aprender algo.

Pero lo cierto, es que ni cien grajeas, ni mil, pueden paliar en su hígado, los efectos adversos de su gran intolerancia a la frustración.


Y entonces, mi pregunta del día es la siguiente: 

¿Cómo se le enseña a un niño, a gestionar sus decepciones, sus desengaños, sus miedos, su baja autoestima, o sus maravillosas equivocaciones cotidianas?

¿Quizás cuando entiende qué nada es blanco o negro? ¿…  que no hay ganadores o perdedores? ¿…  que todo es relativo y según del color del cristal con que se mire?

¿Quizás cuando se le enseña a su mente, a transformar su frustración en una moraleja,en una reflexión, o en una sonrisa?

¿Quizás cuando entiende que la vida en ocasiones, nos cuenta cuentos dulces, de realidades agrias, y en otras, cuentos amargos de jaleas de miel?

Supongo que al final es la vida la que enseña con el tiempo que lo importante no es la diana, sino la templanza y la destreza en el manejo del arco. 

Aceptar el arco que a cada cual le ha tocado. Incorporar en el proceso de mejora cada error como un tesoro, y no esperar de cada flecha más allá de lo que se espera de un simple juego. 

... porque al final, el que algo no nos sepa a hiel, depende más del foco en el proceso, que de un resultado que raramente está a la altura.


Y como bien decía Charles Chaplin en esta obra magistral de repulsa  al ego humano (“El gran dictador”)

“Pensamos demasiado, y sentimos muy poco. Más que máquinas necesitamos humanidad. Más que inteligencia, tener bondad y dulzura”

Almudena Varona M 
www.lavidacuentacuentos.com











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